Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1862-1863 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 19 de enero de 1863
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 21, 204 a 208
Tema: Crisis ministerial. Dimisión de componentes del Ministerio anterior

El Sr. SAGASTA: Señores, confieso que cuando el señor Presidente del Consejo de Ministros se levantó voluntariamente, como era de su deber, a darnos una explicación de la crisis ministerial que ha dado lugar a la formación del actual Ministerio; confieso, repito, que las explicaciones no me satisfacían, pero después de haber explanado el señor González Brabo su interpelación, confieso que me he quedado más a oscuras, y particularmente después de las explicaciones que ha tenido por conveniente dar el Sr. Ministro de Gracia y Justicia, sin advertir que sus palabras disentían por completo de las palabras pronunciadas por el Sr. Presidente del Consejo de Ministros.

¿Qué ha dicho el Sr. Presidente del Consejo, Sres. Diputados? Ha dicho que la política del Gobierno sería la que había sido antes, y así es que llamaba a la mayoría, diciéndole: yo no creo que esta mayoría que me ha seguido por espacio de cuatro años me abandone en estos momentos, me abandone en lo que me falta de tiempo. S.S. ha tomado la costumbre de hablar siempre personalmente; pero S.S. ha querido decir: yo que he visto que por espacio de cuatro años la mayoría ha apoyado la política seguida por el Ministerio, tengo las más vivas esperanzas de que esta misma mayoría seguirá apoyando la política, que seguirá siendo la misma. ¿Y qué nos ha dicho después el Sr. Ministro de Gracia y Justicia? Pues nos ha dicho al explicar la especie de contradicción que le echaba en rostro el Sr. [204] González Brabo, nos ha dicho que precisamente por haber hecho la oposición al Gobierno es por lo que estaba sentado en ese banco; que él no había aprobado la política pasada y presente del Gobierno, tratándose del debate más importante que puede venir al Parlamento, tratándose en la contestación del discurso de la Corona, no sólo la política pasada, sino la política presente y del porvenir del Gobierno; y al tratar de esto se trata también de aprobar los ofrecimientos, las esperanzas que ofrece la política del porvenir.

Decía el Sr. Ministro de Gracia y Justicia: pues precisamente aquel no es la razón de estar yo en el Ministerio. Pues yo ahora dirigiéndome a otro Sr. Ministro preguntaré:¿Cuál es entonces la razón de ser del Sr. Luxán que en cuanto a la política del Gobierno, en vez de decir no, dijo sÍ? No lo comprendo. ¿Y qué dirá a ese argumento, y en eso yo, cosa particular, me constituyo en defensor de algunos de los Sres. Ministros que siguen en esos bancos, qué dirán los Sres. Marqués de la Vega de Armijo y Salaverría?

 Pero el Sr. Ministro de Gracia y Justicia, al hablar de la razón de ser de los Ministros que ocupan ese banco, ha dicho: ese no me ha traído al banco ministerial. Luego hay modificación; luego hay cambio de política; luego las palabras pronunciadas por el Sr. Ministro de Gracia y Justicia son la contradicción palmaria de las pronunciadas por el Sr. Presidente del Consejo de Ministros.

Señores, ¡feliz Gobierno que empieza por una solemne contradicción! ¡Feliz armonía la que estamos presenciando! Todo es inherente a este caos que trae revuelta la política de mucho tiempo a esta parte, en que todo lo que viene sucediendo es anómalo, es extraordinario, es raro. Teníamos un Ministerio de mucha aceptación, a quien repetidas veces se le habían presentado ocasiones de abandonar el poder por los desaciertos en la política que se había creado él mismo; sin embargo ese Ministerio, tan apegado al poder, había preferido arrostrar el peso de la opinión pública contra el escepticismo de la mala administración y la moralidad política; había pasado; señores, por la triste situación de ver que aquellos mismos que le apoyaban no podían pronunciar en su favor otras palabras que los monosílabos de las votaciones.

Y ese Ministerio tan apegado al poder, de repente, cuando contaba, según nos decía, con la omnímoda confianza del Trono, al día siguiente de haber obtenido dos grandes victorias en los Cuerpos colegisladores, al día siguiente se reúne en Consejo, trata de la cosa pública, acuerda que no puede seguir, y el Ministerio desaparece. ¿Se explica esto, Sres. Diputados? ¿Qué significa esto? Pues si acaba la mayoría de dispensarles un voto de confianza en éste como en otro Cuerpo colegislador; si merecía la confianza de la Corona; si acababan de discutirse todos sus actos políticos y todos habían sido aprobados por la mayoría, ¿qué significa la retirada del Ministerio? Si hubiera hecho antes esto, había evitado a la mayoría la triste situación a que la ha reducido.

 Señores, la mayoría apoya con su voto a un Ministerio, y el Ministerio al día siguiente desaparece. ¿Pues qué mayoría es ésta, que mata con su apoyo, que destruye con su apoyo a los Gobiernos que pretende sostener? La mayoría debe comprender que el Ministerio anterior la ha comprometido a los ojos del país, demostrando que sus votos, que su influencia, que su concurso son una absoluta nulidad, que no pesa para nada en los destinos de la patria. La mayoría debe comprender eso, y la mayoría, sino protesta contra eso, si no vuelve por su dignidad, no cumple con sus deberes. ¡Gran lección, Sres. Diputados, que yo deseo, que aprovechen las mayorías, que ahogando muchas veces la voz de las oposiciones, resuelven las cuestiones, no bajo el elevado punto de vista de los intereses del país, sino encerrándose en la mezquina esfera de los intereses personales! Pero si esta es gran lección para las mayorías, no lo es menos para los Gobiernos que, abrumados con el peso de su desprestigio, insisten en continuar, a pesar de la opinión pública, sostenidos, hablo en tesis general, por mayorías imaginarias, por mayorías ficticias, que no son más que el producto de uno de los principios proclamados por la unión liberal, el producto de la influencia moral.

Pero sea de esto lo que quiera, los Ministros hacen dimisión se les acepta, quedando encargado de la formación del nuevo ministerio el Presidente del anterior. Señores, la prerrogativa del Trono para nombrar el Gobierno es omnímoda, y nosotros hombres de ley no podíamos seguir en este terreno sin reconocer este principio, base y fundamento de los Gobiernos constitucionales; pero al mismo tiempo también tenemos el derecho de examinar esta cuestión bajo el punto de vista que se nos presenta, y que produce cierta perturbación en la verdadera esencia de los Gobiernos parlamentarios.

Si todo el Ministerio disfrutaba de mayoría en los dos Cuerpos colegisladores; si todos y cada uno de los Ministros habían aprobado las resoluciones adoptadas sobre las cuestiones nacidas en sus respectivos departamentos; si las cuestiones graves se someten al acuerdo del Consejo de Ministros, entidad responsable de todo Gobierno; si en último resultado el Sr. Presidente del Consejo de Ministros es el alma de la política, el oráculo de la situación; si había dicho antes que, o no caería ninguno de sus compañeros, o moriría abrazado con ellos, ¿en qué precepto constitucional, en qué disposición legal, en qué regla de equidad se funda la permanencia de unos Ministros y la retirada de otros, y mucho menos la permanencia del Sr. Presidente del Consejo? Señores, ¿qué autoridad de un género especial, qué poder irresponsable, qué nueva Constitución se quiere establecer en este país, para que figure entre las demás instituciones públicas? No, señores, no era posible esto sin perturbar completamente el curso natural de los poderes en el sistema representativo. Y así lo que ha sucedido después era lógico, no podía menos de suceder.

Se encarga el Sr. Presidente del Consejo de Ministros de formar Gobierno. Señores, ¡triste es decirlo! cuatro días ha necesitado S.S. para allegar cuatro personas de alguna importancia, que con las que restaban del otro Ministerio, completasen el nuevo Gabinete. Si por espacio de cuatro días en todas partes, por las calles, por las plazas, por los cafés, por los teatros, por las casas particulares, no se oía más que esta pregunta:" ¿Por qué no hay Gobierno en España, por qué no hay Ministerio?" El general O' Donnell, con su consideración de capitán general, con su corona ducal, con sus triunfos de la guerra de África, con sus laureles de todas partes, se ha encontrado en la situación más triste y aflictiva que pueda encontrarse hombre político alguno. Por espacio de tres días ha tenido que ir de casa en casa mendigando como un pordiosero político personas que le ayudaran a compartir la carga del Ministerio y estuviesen dispuestas a recibir, señores, la alta investidura de Ministros de la Corona. ¡Triste espectáculo, señores, que puede revelar desprestigio por parte de la persona encargada de formar el Ministerio, que puede revelar descrédito para ese puesto, que puede revelar el desgaste natural, el roce por el mucho tiempo que le ha ocupado. Pero revela otra cosa más grave aún, no sólo para el general O' Donnell, sino para la nación, para el Trono, para las instituciones. ¿Qué dificultades, señores, habrá encontrado el Sr. Presidente [205] del Consejo, cuando siendo jefe de una mayoría inmensa en el Congreso y en el Senado, en tres o cuatro días no ha podido encontrar en una u otra fracción de la mayoría cuatro personas, no siete, sino cuatro, que agregadas a las tres anteriores, constituyen el Gabinete? ¿Se comprende esto, señores?¿Se comprende que se haya visto en la necesidad de acudir fuera de Madrid y de ofrecer una cartera por parte telegráfico, habiendo sido aceptada de igual modo? ¡Singular manera de ofrecer y de aceptar Ministerios! ¿Se comprende que se haya visto obligado a recurrir a una persona que estaba hacía dos años y medio fuera de la Península y que apenas ha saltado en tierra se ha encontrado con un nombramiento de Ministro, que no ha tenido inconveniente en aceptar, siquiera sea por partes telegráficos? ¿Cuál ha sido el resultado, señores? Un Ministerio enteramente distinto del anterior, que indica una situación política enteramente diversa de la anterior. Ya nos lo ha indicado el Sr. Ministro de Gracia y Justicia. ¿Qué significa ahora el nombramiento del Ministro de Estado en el general Serrano? Pues esto significa una política enteramente contraria a la otra seguida por el anterior Gabinete y aprobada por la mayoría de las Cámaras.

Nosotros, señores, no queríamos hacer la interpelación hasta que el señor general Serrano estuviera ocupando ese puesto: se nos había dicho que hoy lo ocuparía; pero ya la interpelación se ha anunciado, y es necesario decir algo.

¿Qué significación tiene la presencia en ese banco del general Serrano? Señores, al mismo tiempo que esa mayoría trabajaba para apoyar al Ministerio, se escribían correspondencias en París, en que se nos decía que se trabajaba mucho para derribar al Gobierno español, y para poner, en lugar del Ministro de Estado que había, otro Ministro de Estado. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros pide la palabra.) Pida S.S. todas las palabras que quiera; pero esta coincidencia, aunque fuera casual, ha existido. Varios periódicos franceses escribían también correspondencias que llegaban hasta el 13 del actual, precisamente cuando aquí la mayoría se afanaba por conservar al Ministerio, en que se habla de los trabajos que se hacían para derribarle y para reemplazar al Ministro de Estado, que no era muy benévolo con el Emperador, con otro que lo fuera más. ¿Qué prisa había en nombrar para el Ministerio de Estado a un capitán general de Cuba, apenas pone el pie en tierra, cuando es práctica constantemente seguida el que estén durante algún tiempo sin destino, tiempo que se llama de residencia? ¿Cómo se hace esto, cuando según la ley, no puede ejercer cargo público por estar sujeto a residencia, y que en este caso, ha de residenciarse hasta cierto punto a sí mismo? Ya sé que es el Tribunal Supremo de Guerra y Marina el que le residencia; pero de cualquier modo, ¿parece conveniente que venga a formar parte del Gobierno uno a quien los tribunales están residenciando o tienen que residenciar? ¿Qué prisas había aquí? Yo las explicaré.

Repito que es una coincidencia singular el que cuando aquí la mayoría trabajaba mucho para conservar el Gobierno, correspondencias de París decían que se trabaja mucho para derribarle. iY cosa particular! La mayoría no ha podido conseguir aquí, no han podido sus votos sostener al Gobierno, y el Gobierno ha caído, y ha entrado otro Gobierno cuyo color político es como, las correspondencias decían que se trabajaba por que fuese del gusto del Emperador. ¿Qué significa la presencia del general Serrano en el banco ministerial? La política contraria a la que ha seguido el Gobierno anterior en la cuestión de Méjico. Ni más ni menos que eso.

Todos sabemos cuál fue la política del general Serrano en esa parte, y yo me alegro de que venga a ocupar ese puesto, porque nos dirá la razón que tuvo para mandar aquella expedición a Méjico sin trasportes, sin víveres, sin municiones, sin recursos de ninguna especie, hasta el punto de que no sólo no hubiera podido marchar en son de guerra, sino que ni en son de paz, a no ser por los auxilios de los mejicanos, a quienes el capitán general de la isla de Cuba decía que debíamos ir a combatir. Y esto no lo he dicho yo; lo ha dicho el general en jefe de las fuerzas expedicionarias; lo han dicho todos los que han estado en aquel país; lo dice la historia de la salida de nuestras tropas desde la Habana a Veracruz.

También el señor general Serrano o el Gobierno nos explicará qué significación tenía aquella famosa asamblea, aquella junta de notables que el capitán general de Cuba reunió en la Habana para juzgar a nuestro ministro plenipotenciario en Méjico y al jefe de nuestras tropas; qué atribuciones tenía aquel capitán general para hacerlo; y por último, también nos explicará el general Serrano o el Gobierno qué significación tenía aquel emisario o embajador que el capitán general de Cuba mandó para que diera noticias al Gobierno español de lo que pasaba en Méjico, pero pasando antes por París para que lo supiera antes el Emperador. iManera singular de servir en los altos puestos de la nación al Gobierno de su patria!

Si el general Serrano ha tenido esa política respecto de la cuestión de Méjico, ¿qué significa su presencia en el banco ministerial? No puede significar otra cosa que un cambio de frente, un cambio absoluto, radical en esa importantísima cuestión, un cambio que desprestigia a la mayoría que aprobó la conducta del Gobierno enteramente contraria a la del capitán general de la isla de Cuba.

Y, señores, el Gobierno o el Ministerio que calificaba antes a los que no opinaban como él en la cuestión de Méjico de afrancesados, ¿qué podrá decirse ahora de un Gobierno que ha cambiado de repente, teniendo el apoyo de las Cámaras y la confianza del Trono, para constituir otro que piensa de una manera contraria a como él pensó antes cuando llamaba a los demás afrancesados? Podrá decirse que este Gobierno es un Gobierno afrancesado.

Resulta, señores, que la mayoría apoyaba al Ministerio, y el Ministerio cayó; que el jefe de esta mayoría fue encargado de formar un nuevo Ministerio, y el jefe no se acordó de la mayoría para nada. Y yo pregunto ahora: entonces, ¿para qué sirve esa mayoría? ¿Qué significa esa mayoría? No sirve para sostener al Gobierno, puesto que con su concurso el Gobierno cae; no sirve para formar Gobierno, porque el jefe llamado a constituirle no se acuerda de ella; pues entonces, ¿para qué sirve?

Yo, señores, que no quiero cansar por mucho tiempo la atención de los Sres. Diputados, y que deseo oír al Gobierno en este punto importantísimo sobre el cual no quiero hacer digresiones ni extenderme, mucho más no viendo al general Serrano en el banco ministerial, limito aquí mis observaciones, rogando al Sr. Presidente del Consejo de Ministros que se sirva explicarme todo lo que ha pasado en esa cuestión, cómo se ha ido desenvolviendo la crisis, las causas que ha podido haber para originarse, en una palabra, todo lo que pueda ser conveniente a los intereses del país; porque créalo el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, en estos casos el silencio y la falta de franqueza perjudica más a los Gobiernos que la espontaneidad y la confianza. Vengan esas declaraciones, sea explícito, y no tenga cuidado S.S.; que si ha sido guiado de un buen deseo, el país le hará justicia, y si no le dará su merecido.

Yo no quiero atacar al Gobierno, sino presentar los hechos; no he querido más que hacerme cargo de la contradicción que se advertía entre el Sr. Ministro de Gracia y [206] Justicia y el Sr. Presidente del Consejo de Ministros. S.S. se ha reído cuando he dicho que no quería atacar al Ministerio; pues no será ciertamente porque no haya muchos puntos por donde podría hacerlo y de una manera fuerte; prescindo de ello, prescindo de todo; no hago más que sacar consecuencias lógicas, que hacer los comentarios que se desprenden de la significación del Ministerio nuevo y de la significación del anterior, y de la contradicción que he encontrado entre el Sr. Ministro de Gracia y Justicia y el Sr. Presidente del Consejo, y explicarme a mi modo la significación que puede tener la entrada en el Ministerio que ha opinado en la cuestión de Méjico de una manera contraria a la mayoría y al Gobierno anterior.

El Sr. SAGASTA: Yo no he atacado con virulencia al general Serrano. Yo no he hecho más que preguntar que cómo aunaba el Gobierno su entrada en el Ministerio con las opiniones del capitán general de la isla de Cuba en la cuestión de Méjico.

Con ese motivo he dicho lo que ha pasado en la cuestión de Méjico; no he hecho ataque ninguno; no he hecho más que comentarios.

Pero dice el Sr. Presidente del Consejo de Ministros que por qué no le ataqué cuando se discutió la cuestión de Méjico. No le ataqué entonces: primero, porque no estaba aquí; y segundo, porque no era Ministro. Hoy que está aquí, hoy que es Ministro, le ataco; otros le atacarán cuando no esté aquí, cuando no pueda defenderse. Pero ahora cuando se halla aquí, cuando es Ministro, ahora que puede defenderse, ahora que cuenta con el apoyo del Gobierno, quizá con el de la mayoría, que lo dudo, ahora es cuando yo le combato.

 Por lo demás, señores, yo no he dicho nada que no sé haya dicho en otra parte por funcionarios del Gobierno; no he dicho nada que el Gobierno no haya aprobado respecto del general Serrano. Así es que si he dicho que las tropas o tenían víveres ni acémilas, nos lo han contado funcionarios del Gobierno, a cuyas palabras dio apoyo el Gobierno con su silencio, que no dijo nada a lo que el plenipotenciario de S.M. dijo en el otro Cuerpo.

Yo no sé si el Sr. Presidente del Consejo de Ministros dijo a los que no opinaban como él en la cuestión de Méjico, que eran afrancesados o los llamó afrancesados: yo lo que sé es que el Gobierno se lo dijo. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: ¿A quién?) AI Sr. Bermúdez de Castro con alusiones y con indirectas que eran peor todavía que la calificación; pero es lo cierto que los periódicos ministeriales, que los periódicos que pasan por órganos del Gobierno, nos han estado diciendo a voz en grito todos los días y a todas horas, que esos que opinaban así eran afrancesados y digo yo: ¿no podría yo ahora decir que en efecto el señor Presidente del Consejo de Ministros ha nombrado un Gobierno francés? Yo no lo digo.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Monares): Sr. Sagasta, sírvase V.S. explicar las palabras que acaba de pronunciar, porque si se conforma con la explicación el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, no habrá necesidad de escribirlas.

El Sr. SAGASTA: He oído decir por lo bajo que no se sabe discutir; lo que no se sabe es comprender cuando se discute. ¿Qué he dicho yo? ¿Dónde está la afirmación? Yo he hablado en hipótesis y he dicho: aquellos a quienes los órganos del Gobierno llamaban afrancesados porque no pensaban como él en la cuestión de Méjico, ¿no podrían devolveros ese nombre? ¿Es esto afirmar? Yo en esta hipótesis decía que el Gobierno aceptaba. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: No aceptaba, no.) La aceptaba porque cuando la prensa....

El Sr. VICEPPESIDENTE (Monares): Sr. Presidente del Consejo de Ministros, ¿se da S.S. por satisfecho?

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Duque de Tetuán): Me doy por satisfecho, porque hay ciertas expresiones que no pueden ofender.

El Sr. SAGASTA: Pues si no pueden ofender, ¿por qué se ofende S.S.?

Ya sé yo, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, que no pueden ofenderle; digo más, que no ha sido mi ánimo ofenderle; porque si hubiera sido mi ánimo inferirle alguna ofensa, lo diría con franqueza. ¿En qué ni a quién se le ofende con una interrogación?

Conste pues que esta pequeña escaramuza que ha habido aquí ha sido debida, nos lo ha dicho antes el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, a que tiene más corazón que cabeza, y se deja Ilevar a veces demasiado de los impulsos de su corazón, y no oye o no entiende muchas veces lo que es claro y corriente.

Por lo demás, lo digo con franqueza, yo siento que S.S. no dé más explicaciones, y siento mucho más que no las dé por la razón que lo acabo de oír por lo bajo. S.S. puede tener las razones que crea convenientes para no darlas; [207] pero siento oír a S.S. decir que si yo quiero más explicaciones S.S. las dará. Si S.S. cree que no debe darlas porque no lo considera conveniente atendida la situación política del país, puede muy bien dejar de darlas, pero no crea que al darlas dejaría de cumplir con su deber.



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